viernes, 12 de mayo de 2017



Hola amigo lector.

Gracias por tu preferencia. 

En esta entrega pretendo ejemplificar con una fábula aquello que nos mantiene atados, que no nos deja desarrollar nuestro potencial como los seres inteligentes, compasivos y amorosos que somos en esencia. 

Mi verdadera intención al escribir la fábula que vas a leer a continuación, es que sirva como referencia para entender (o por lo menos tratar vislumbrar) de dónde surge el eterno problema humano que nos impide el acceso a la felicidad y la plenitud.

Te invito a que leas la historia completa que estaré contando en las siguientes semanas, para que al final puedas encontrar la enseñanza que pretendo compartir contigo.  Espero de todo corazón que las siguientes líneas sean de tu agrado y que puedan ayudarte en tu desarrollo personal.    


Comencemos…

  
¿Quién controla los hilos de mi vida?


Es irónico que una de las pocas cosas sobre las que tenemos control es sobre nuestras propias actitudes, y aún así la mayoría de nosotros vive la vida entera comportándose como si no tuviera ningún control.
(Jim Rohn)





La historia del Maestro Titiritero y un pedazo de madera. 

Un conocido titiritero del siglo pasado trabajaba en su nuevo proyecto en un rincón de su polvoriento y desordenado taller.  Utilizando la más rústica madera a la que pudo tener acceso, resultado de haber desbaratado algunos vejestorios, incluidas algunas sillas y lo que parecían ser los restos de algún fallido intento creativo del pasado, daba forma a la nueva marioneta que pasaría a formar parte de su, hasta entonces, no muy lucrativo espectáculo.

Se afanaba día y noche, apenas tomaba unas pocas horas de descanso, por lo que el agotamiento era más que evidente en su trasnochado rostro.  Nunca había puesto tanto empeño y amor en sus anteriores creaciones como en ésta.  Todo su ser se había volcado en un esfuerzo creativo sin precedente hasta que, por fin, lo consiguió… 

“Le Mium” lo nombró, igual que el personaje del libro de cuentos que su madre le leía antes de ir a la cama.  Era una especie de héroe, un caballero como el Quijote de Cervantes, enemigo de los opresores y defensor de los humildes, siempre presto para salvar a cualquier damisela en peligro sin reparar en las consecuencias.

El maestro titiritero dedicó los siguientes días a la práctica de nuevos movimientos y rutinas que darían vida a “Le Mium El Temerario”; ¡los niños lo van a adorar!, decía para sus adentros con gran expectación, manteniendo su proyecto en secreto hasta ese momento. 

Cuando por fin hubo pulido hasta el último detalle, decidió que era el momento de hacer la primera presentación en público.   Renato, su ayudante, fue el único testigo de aquel singular acontecimiento, quien observaba atento y sin pronunciar palabra.

Por quince minutos permaneció hipnotizado con aquel original espectáculo y, en cuanto el telón bajó, saltó de su asiento desbordando en aplausos, entonces, sin poder contener la emoción exclamó: ¡bravo, bravo maestro!, hoy has roto con cualquier paradigma limitante en cuanto al manejo de títeres se refiere, tus habilidades no tienen comparación, ¡nos haremos ricos!, ¡la fama nos espera! 

Aquella noche abrieron una botella de vino que guardaban bajo llave en un viejo cajón de madera, para una ocasión especial; la botella había reposado por espacio de tres años, pues hace mucho que no tenían una razón para celebrar.  Cantaron, rieron y bailaron con sus marionetas, como si se tratase de dos niños con juguete nuevo y, por un instante, ellos “fueron la felicidad”.   



¡Arriba el telón!

La hora tan esperada había llegado, los días de ensayo y preparación habían quedado atrás.  La plaza central de aquel pueblo de la toscana estaba repleta esa tarde, el retablo (teatrillo de títeres) no podía haberse ubicado en mejor lugar.

Desde muy temprano habían montado la carpa y la estructura de madera que serviría de asiento a los espectadores.  La entrada al recinto estaba pintada con llamativos colores y figuras de los personajes que se presentarían aquella tarde, con un rótulo al ingreso que rezaba “Le Mium El Temerario, El Héroe de los Niños”. 

Cualquiera que pasaba por el lugar no dejaba de acercarse a curiosear un poco, en especial los niños y sus padres que preguntaban por el valor del boleto y la hora de inicio del programa.  

El maestro titiritero era el encargado de vociferar a los cuatro vientos: ¡Hoy gran función de títeres, un espectáculo nunca antes visto!  Por primera vez ante ustedes “Le Mium El Temerario, Defensor de los desprotegidos, Amigo de Los niños”, no se lo pierda. 

                                       
Continúa en la próxima entrada…



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